Omega De Ville de Cuerda Manual: Elegancia Atemporal en Movimiento Mecánico
Orígenes y evolución inicial
La línea Omega De Ville de cuerda manual nació en el año 1960 como parte integral de la familia del modelo Seamaster, concebida para ofrecer una alternativa refinada frente a los robustos modelos deportivos que dominaban el catálogo de Omega. Este periodo histórico coincidió con la creciente demanda de relojes elegantes para entornos urbanos, donde la delgadez y la discreción eran sinónimos de sofisticación. En 1967, tras siete años de éxito, Omega otorgó al De Ville su independencia como colección autónoma, marcando un giro estratégico hacia la relojería de vestir ginebrina. Este cambio reflejó la visión de la marca: crear piezas que fusionaran precisión suiza con estética depurada, produciéndose exclusivamente en los talleres de Ginebra, ciudad símbolo de la excelencia relojera mundial. La transición consolidó al De Ville como emblema de elegancia discreta para profesionales exigentes.
Tecnología: Calibres que definieron una era
El corazón de estos modelos fue el calibre 620, un movimiento manual que revolucionó la ingeniería horaria de los años 60:
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Perfil ultrafino: Con solo 2.7 mm de grosor (el más delgado de Omega en su época), permitió cajas de líneas depuradas que apenas superaban los 6 mm de altura, ideales para deslizarse bajo puños de camisa formales.
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Precisión certificada: Equipado con 17 rubíes, espiral Breguet y ajuste térmico en cinco posiciones, ofrecía 42 horas de reserva y una exactitud de ±30 segundos/día, rivalizando con cronómetros de mayor tamaño.
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Robustez inesperada: Incorporaba sistemas Incabloc antiimpactos, puentes perfilados para resistir torsiones, y cristales de plexiglás curvados que mitigaban arañazos cotidianos.
Este mecanismo sentó las bases para evoluciones como el calibre 625 (con fecha) y el 635 (cronómetro), demostrando que la delgadez no comprometía el rendimiento.
Diseño: Dualidad estética
Los De Ville manuales exploraron dos filosofías creativas:
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Modernismo funcional (1960-1970):
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Cajas redondas de 34-36 mm en acero pulido o chapado en oro de 18K, con biseles «engine-turned» (estriados concéntricos) o lisos pulidos a espejo.
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Esferas lacadas en blanco marfil, gris tormenta o azul medianoche, con índices de bastón aplicados y acabado «sunburst» que jugaba con la luz.
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Agujas «dauphine» facetadas y ventana de fecha a las 3H, siempre equilibradas visualmente.
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Audacia geométrica (1970-1985):
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Siluetas «tonneau» (35×40 mm), rectangulares u ovaladas que desafiaban convenciones, inspiradas en el diseño industrial de los 70.
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Esferas con texturas «tapisserie» (grabado en rejilla) o degradés «ombré», combinadas con marcadores romanos y agujas Breguet.
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Ediciones exclusivas en oro rosa con marcadores de diamantes o correas de lagarto francés.
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Legado cultural y vigencia contemporánea
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Herencia profesional: Fue elegido por médicos, diplomáticos y ejecutivos de élite por su discreción y legibilidad impecable. Su presencia en juntas directivas y eventos diplomáticos lo asoció al poder discreto.
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Coleccionismo selectivo: Modelos como el ref. 111.070 (caja acero/esfera negra) o el ST 166.020 (tonneau dorado) son piezas buscadas por su calibre original intacto y esferas sin degradar. La rareza de versiones con cristal de hesalita sin rayas incrementa su valor histórico.
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Influencia en Omega: Su filosofía perdura en colecciones como el De Ville Trésor, que reinterpreta su legado ultradelgado con movimientos manuales contemporáneos como el calibre 8511.
Conclusión: Maestría en Miniatura
Los Omega De Ville manuales encarnan la esencia más pura de la relojería suiza: precisión técnica y elegancia sin ostentación. Su mecánica minimalista, libre de automatismos superfluos, y su diseño atemporal demostraron que la verdadera sofisticación reside en la armonía entre función y belleza silenciosa. Hoy, décadas después, siguen recordando que los grandes relojes no gritan su presencia… la imponen con sutileza.
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